El uso de la bicicleta, bien como medio de transporte de uso diario o sólo en los fines de semana para hacer deporte, se ha incrementado en los últimos años y va a seguir haciéndolo en el futuro. En muchas casas, en muchos garajes y trasteros se encuentran estas máquinas de dar felicidad. Quien más o quien menos tiene claro que montar en bicicleta trae consigo una serie de ventajas, como por ejemplo el cuidado del bolsillo, la mejora de la salud, la protección del medio ambiente, la sensación de satisfacción al pedalear kilómetros, el hacerlo a un ritmo más pausado que en coche de manera que disfrutas más de lo que te rodea, etc. Ahora bien, ¿has pensado alguna vez en los posibles problemas que has de prevenir para ir seguro en bicicleta?
Es común que sólo veamos una cara de la moneda y no nos planteemos la otra. Hay varios problemas potenciales que hay que considerar. El a priori más indignante es el robo. ¿Sabes que el número de robos de bicicletas es aproximadamente de 1 por cada 40 usuarios de bicicletas?
Mucha gente no sabe cómo candar bien la bicicleta, qué partes de la misma candar o qué tipos de candados usar. En el mejor de los casos, un ladrón tarda cinco minutos en cortar los candados más comunes. A esto se añade que algunos policías locales cortan los candados y se llevan las bicicletas al depósito si están candadas en un lugar no apto. ¿Has leído qué dice la normativa local en este punto? La desagradable consecuencia de todo esto es no encontrar tu amada bicicleta en el lugar donde la dejaste. Quizás incluso no la vuelvas a ver más.
Si bien el problema anterior es el más visible y temido, hay otros que no por no doler en lo más íntimo de cada uno son menos graves. Según medios internacionales, los datos de víctimas anuales por contaminación en grandes ciudades son alarmantes, del orden de miles en cada gran ciudad. Es tristemente famosa la boina de contaminación que de cuando en cuando se forma sobre Madrid. Los ciclistas respiran los contaminantes que les rodean siendo los que provienen de los tubos de escape los más preocupantes. Los ciclistas respiran entre otros gases monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno, benceno, tolueno o xileno cada hora. Incluso inhalan más aire contaminado que los peatones. Estas cifras son más importantes si se pedalea junto a vehículos de combustión, en especial los coches diésel, respirando los gases que salen por sus tubos de escape. Los efectos sobre la salud de estos gases son variados y van desde la irritación de los ojos y las vías respiratorias hasta el desarrollo de enfermedades e incluso cáncer. En los núcleos de población se están dando avances en la transformación de las ciudades en lugares más sanos, aunque estos pasos son muy lentos y estas acciones no llegan a las carreteras que las conectan.
De acuerdo con las estadísticas de la DGT, el número de ciclistas fallecidos en accidente de tráfico en 2015 fue de 42, habiéndolos producido otros vehículos de las carreteras. Este es un hecho que no depende exclusivamente de ti, porque por muy bien que manejes la bicicleta o por muchos cascos, rodilleras o coderas que te pongas, no puedes controlar la manera de conducir de otros, ni el alcohol que hayan consumido o si acaban de tomar drogas. Sería genial conducir por una carretera en la que sólo circulases tú. Esto obviamente no es lo habitual.
Por otra parte, el ciclista también puede convertirse en el causante de un accidente. De manera directa, hay ciclistas que provocan accidentes en los que salen perjudicados ellos mismos. Los hay que circulan incorrectamente por las aceras, algunos que creen que el carril bici es un velódromo y otros que comparten espacio con los coches y no saben circular por la calzada. Todos estos comportamientos ponen en peligro su vida y la de los que les rodean. De manera indirecta, el ciclista puede ser el causante de un accidente que no le afecte de manera inmediata, aunque tarde o temprano lo hará.
Déjame que te ilustre con un ejemplo el punto anterior. Un hombre joven circula tranquilamente por la calzada de una ciudad fuera del carril bici en un día soleado. Anda confiado porque ha recorrido esa ruta cientos de veces. Se conoce el camino de memoria. Detrás de él circula un vehículo a bastante velocidad. El ciclista no indica que va a girar a la derecha haciendo una L con el brazo izquierdo o extendiendo el brazo derecho lateralmente. El conductor del coche se da cuenta de que el ciclista ha reducido la velocidad cuando está muy cerca y tiene que hacer un giro de improviso a su izquierda para no atropellarlo. El resultado es que choca contra una moto que circula por el carril contiguo. El motorista cae al suelo y la moto sale despedida por la inercia que lleva hasta impactar contra un kiosco, que por suerte a esa hora está cerrado, que queda hecho añicos. La falta de un gesto tan sencillo como extender un brazo ha provocado heridas a un motorista, daños importantes en dos vehículos y deterioros cuantiosos en un kiosco…. que tiene que pagar el ciclista porque es quien lo ha causado. Sin embargo este ciclista no tiene un seguro de bicicleta que le cubra y se enfrentará a varios juicios por los que terminará pagando mucho más que si tuviera uno.
Estos son los problemas que no solemos tener en cuenta al conducir una bicicleta. Unos los cometemos nosotros, otros nos vienen de fuera. Contar con un seguro a terceros no es suficiente. El seguro a todo riesgo no cubre todos los casos. La policía, en cumplimiento de su cometido, te puede multar si haces las cosas mal e incluso llevarse tu bicicleta. Dicen que cada bicicleta es un mundo, que cada ciclista es diferente, pero todos estamos expuestos a los mismos problemas.
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